
Cada oración hecha en casa y cada sermón pronunciado en la capilla se concluyen en el nombre de Jesucristo. Los emblemas de la Santa Cena (similar a la comunión) que se toman cada semana en los servicios de adoración son símbolos de Su expiación. Cristo, al igual que Su Padre, tiene un cuerpo físico: el mismo cuerpo con el cual salió caminando de la tumba después de Su resurrección y que invitó a Sus apóstoles a “palpar y ver” (véase Lucas 24:39).
Como el único hombre perfecto que ha existido, Jesús dio en Su vida el ejemplo para que todos lo siguieran. Puesto que los humanos no son perfectos, el sacrificio expiatorio de Cristo paga el precio del pecado bajo la condición del arrepentimiento individual. Su sacrificio también permite que toda la humanidad resucite a la inmortalidad. Él es el Salvador, y en un tiempo futuro será el Juez.
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